miércoles, 6 de julio de 2011

Oslo reloaded

Segunda visita de trabajo que concluye a la fría Noruega, aunque en honor a la verdad, en esta ocasión habría que cambiar el calificativo “fría” por el de “lluviosa”, puesto que en esta ocasión fue la lluvia la que nos acompañó la mayor parte del tiempo, ella, o su sombra, porque a la hora de la verdad, tampoco llovió tanto como, en un principio, se esperaba.

Como decía, segunda visita por trabajo a Oslo y, salvo que ocurra alguna catástrofe en la oficina, será la última vez que venga, al menos por motivos de trabajo.

Oslo, al igual que la propia Estocolmo, es una ciudad completamente distinta en verano y en invierno, si bien, a priori, es una ciudad un tanto gris, ofrece ciertos atractivos para el visitante, sobre todo si la climatología acompaña.

El primero de ellos es la accesibilidad. Oslo es una ciudad pequeña, puede ser fácilmente recorrida en bicicleta, y esta posibilidad, al menos para mí, ya resulta lo suficientemente atractiva, puesto que opino que no hay mejor modo de visitar un lugar que recorrerlo en bicicleta. Puedes hacerte con una bicicleta pública en uno de los numerosos puestos a lo largo de la ciudad, un sistema implantado en numerosas ciudades europeas, aunque, en honor a la verdad, la cantidad de carril bici y el respeto de la gente por los ciclistas resulta claramente inferior al de Estocolmo (seguimos con las comparaciones odiosas, y me temo, que esta no será la última).

Llevaba tiempo con la idea de hacerme con una caña de pesca para poder ir a pescar en Estocolmo debido a que allí no es necesario ningún tipo de licencia. Resulta, que en Oslo sucede igual, y uno de mis compañeros de trabajo, Fernando, disponía de dos cañas, por lo que a su lado pude iniciarme en las artes de la pesca.

No puedo decir que los inicios fuesen prometedores puesto que el primer día lo único que pesqué fueron un par de minúsculos cangrejos y una estrella de mar. El segundo día tampoco es que me fuese mucho mejor, pero ese día al menos conseguí atrapar un pez (si bien era minúculo) y un par de estrellas de mar. Todas mis capturas fueron devueltas (lo digo para que aquellos amantes de la vida salvaje no sufran). Y por si no lo habéis notado, este es otro punto favorable para mí.

Debido a que uno de mis compañeros de trabajo es guía oficial de la ciudad pude incorporarme a una de sus visitas y gozar con la experiencia de una visita guiada por la ciudad. No sólo nos enseñó la ciudad (a mí y a los 48 “guiris” españoles que componían las expedición”), sino que pudimos visitar tres de los museos más significativos de la ciudad: el Fram (acerca de las expediciones de un barco a los polos), el museo de los barcos vikingos (que cuenta con 3 barcos vikingos auténticos de unos 1000 años de antigüedad) y el Norsk Folkemuseum (museo con casas típicas de toda Noruega). Y lo mejor de todo, no tuve que pagar por entrar a ninguno de ellos.

Y el tercer, pero no menos importante, atractivo son sus mujeres, de una gran belleza. Es en este apartado donde, en mi opinión, sí superan a Estocolmo. Las chicas en Oslo son más guapas, o al menos a mí me lo parecen (eso sí chicas, en el caso de los hombres, creo que salís perdiendo claramente, los suecos, aún con su pinta de gays, son mucho más guapos que los noruegos). Además, dato especialmente interesante para los bajitos, las noruegas son mucho más bajas en las suecas, por lo que no tendréis que mirarlas desde abajo.

Mi semana transcurrió entre el hotel y el trabajo (con momentos de ocio de por medio). El fin de semana lo dediqué exclusivamente al ocio en la grata compañía de Fernando, que tuvo a bien acogerme bajo su techo. Una estancia sumamente agradable que transcurrió entre risas, planes para el futuro (ya veremos qué nos depara, será divertido, sin lugar a dudas) y recetas de cocina, después de todo los dos somos unos cocinillas de aquí te espero. Junto a él hice mi primera lasaña, y he de decir que no quedó nada mal.

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