domingo, 11 de abril de 2010

El Capricho

No existe un lugar más bonito en todo Madrid que este precioso parque, o al menos bajo mi humilde punto de vista.

Gracias a que no aparece en ninguna guía, es un un lugar poco conocido, además está algo alejado del centro, por lo que no es un lugar excesivamente frecuentado. Su acceso está restringido, sólo se puede entrar en fines de semana y días festivos, además, no se permite la entrada de perros ni de comida, por lo que su estado de conservación es perfecto. Uno puede recorrer sus caminos, adentrarse entre su abundante vegetación y encontrar algún banco en el que sentarse a observar la tranquilidad, escuchar el silencio y disfrutar de la paz que otorga este lugar.

Pongamos un poco de la historia de este parque:

"El jardín El Capricho de la Alameda de Osuna es uno de los espacios verdes que conforman el patrimonio artístico-natural de Madrid. Se trata de uno de los parques más bellos de la ciudad y, paradójicamente, es todavía un gran desconocido para los madrileños.

Este jardín de 14 hectáreas, ubicado en el distrito de Barajas, nace sobre 1784 cuando los Duques de Osuna, una de las familias más ilustradas y poderosas del momento, adquieren esta finca para dar rienda suelta a sus inquietudes artísticas y para alejarse de la gran ciudad. Fue la duquesa, doña María Josefa de la Soledad Alonso Pimentel, la principal impulsora de este parque. Considerada como la mujer más inteligente de la época y protectora de artistas, toreros e intelectuales, creó en la finca un auténtico paraíso artístico-natural frecuentado por las personalidades más ilustres de la época y en el que trabajaron los artistas, jardineros y escenógrafos con más prestigio.

A la muerte de la duquesa, su primer nieto heredó el ducado de Osuna y con él El Capricho. Sin embargo, cuando muere, el ducado de Osuna pasó a manos de su hermano, con quien llegaría el primer declive. Auténtico derrochador y de carácter excéntrico, perdió toda la fortuna familiar por lo que a su muerte, la finca hubo de ser subastada para liquidar sus deudas. Pasó entonces a manos de la familia Baüer. A pesar de que mantuvieron el paraje en un aceptable estado de conservación, su decadencia ya no tenía marcha atrás y poco a poco fueron vendiéndose sus pertenencias.

Durante la Guerra Civil, lo que había sido un lugar de recreo se convirtió en Cuartel General del Ejército del Centro, de cuya época queda un entramado de búnkers que recorre el jardín. Finalizada la guerra, la finca pasó por manos de varias inmobiliarias hasta que en 1974 el Ayuntamiento de Madrid comprase el parque y varios años después comenzase su restauración. Tras varios periodos de abandono, fue recuperado en 1999, trabajo que en 2001 le valió el diploma Europa Nostra.

Entre jardines

A la finca se accede por una plaza circular que en su momento albergó corridas de toros y que da lugar al Paseo de los Duelistas, con dos esculturas que representan la distancia que separa a dos personas que se baten a muerte. Más adelante, la Plaza de los Emperadores, con los bustos de doce emperadores romanos, y la Exedra, una construcción descubierta de planta semicircular y reminiscencias clásicas, llevan al visitante a los jardines anteriores al palacio.

La excelencia paisajista de El Capricho se manifiesta en tres tipos de jardines clásicos: el parterre o jardín francés, el paisajista inglés y el giardino italiano. Delante de la fachada oeste del palacio se extiende el parterre, con sus setos recortados como si de un bordado sobre la tierra se tratase. En la parte baja se sitúa el italiano, el espacio más antiguo de la finca, que mezcla los setos con rincones con árboles en los que tomar el sol en invierno o resguardarse a la sombra del sol veraniego. Cerca de éste, el laberinto, concebido para el juego amoroso y los escondites, está hecho con laurel y respeta los planos del que se plantó en vida de la duquesa. Por último, el resto del parque está concebido como un típico jardín paisajista inglés, evocando la naturaleza en su estado puro que invita al paseo y a detenerse en los rincones más escondidos. En él abundan árboles del amor, olmos, almendros, encinas y lilos, que en primavera llenan el paseo de color.

Por su parte, el palacio -del que sólo se conservan las paredes- tiene tres plantas, rematadas por cuatro torreones. En el interior de la construcción, que hoy depende del ministerio de Cultura, se distribuían las dependencias del servicio pero también un majestuoso salón de baile, comedores, una biblioteca que llegó a contar con 6.000 volúmenes, y las alcobas y gabinetes de los miembros de la familia. Gran impulsora de las artes, las habitaciones privadas de la familia estuvieron decoradas con obras de los más importantes artistas de la época de tal manera que El columpio, Las cuatro estaciones, La merienda campestre o La pradera de San Isidro de Goya, fueron pintados para las dependencias de la duquesa.

Cerca del palacio se encuentra el templete de Baco, una construcción de estilo clásico con planta ovalada, rodeada de doce columnas jónicas y situado sobre un promontorio que le convierte en uno de los parajes más románticos del jardín.

Los caprichos

Al margen de los jardines, la finca cuenta con una serie de edificaciones de carácter efímero y singular que convirtieron al paraje en una especie de parque temático. Para el divertimento y el juego de niños y grandes se levantó un fortín, con foso y cañones incluidos, en el que da comienzo la ría que recorre gran parte del jardín. La Casa de la Vieja, que recuerda el modo de vida de las clases más populares, o la ermita, de aspecto ruinoso y en la que habitó un ermitaño que sorprendía a quienes se perdiesen por el paisaje, son algunos de estos caprichos construidos para familiarizarse con las clases más populares.

El agua es un elemento presente a lo largo de todo el paseo. Así, una ría navegable y de trazado sinuoso une la zona de juegos con el lago y continúa hasta el Casino de Baile, al que se accede a través de un pequeño embarcadero, denominado Casa de Cañas. Decorado con espejos y un gran fresco en su interior, el casino es obra de Martín López Aguado y en su planta superior y en la terraza se celebraban majestuosas fiestas que concedían a los anfitriones parte del prestigio que ostentaban en la época."

Lo magnífico de este parque es que es realmente precioso en cualquier época, desde la primavera al otoño, y a cualquier hora, pero sin duda, el atardecer allí es realmente especial, le da a todo un brillo dorado difícil de ver en cualquier otro lugar.

2 comentarios:

wuis dijo...

frikazoo de la informaticaaaaa. pa cuando el de malta cabrito??? ajajaj. que pasa q no es especial pa ti??? ajaj. venga golfo. mola mucho el blog. ta cuidao'¡¡¡¡ aunque yo le pondría un poco de limón¡¡¡ ajja

Alberto dijo...

Jejejejejejeje, qué grande eres Luis, jejejejeje. El de Malta será mi próxima entrada, vamos poco a poco que sino me quedo sin nada que decir en 4 días... además es que he andado muy liado últimamente.

Un abrazo