Cuando el invierno todavía no tenía pensado abandonarnos, un espíritu inquieto decidió venir a visitarme. Habían transcurrido tres meses desde mi anterior visita, en concreto, Alex se marchó de aquí el 14 de noviembre de 2010, y tuve que esperar hasta el 17 de febrero para que alguien tuviese el interés (y el valor) de acercarse por estas gélidas tierras del norte.
En principio iban a ser dos los intrépidos, pero por desgracia, Germán cayó; una historia en el trabajo no le dejó venir. Pese a todo, Marta decidió seguir adelante y se presentó aquí cuando la nieve estaba en unos de sus puntos álgidos, pero ni con eso se amedrentó, después de todo "winter is comming".
El invierno aquí es especial, pocas horas de luz, temperaturas muy bajas (creo recordar que en esa semana estuvimos a -18º), pero pese a todo, o puede que por ello... deja imágenes imborrables en la retina de aquellos que se atreven a contemplarlas:
Creo que Marta disfrutó en su visita, al menos hice lo que estuvo en mi mano para que así fuese (le hice magdalenas, ¿qué más se puede pedir?). Tuvimos oportunidad de recorrer la ciudad, sentir sus calles y su suelo (ambos probamos el tacto del hielo en nuestras carnes en sendos resbalones), disfrutar de un chocolate caliente en un gran ambiente, y sobre todo de cocinar, ya que junto a ella preparé algunas de las recetas que ya se han presentado en este blog. Además, tuvimos una oportunidad que no se da muchas veces en la vida, caminar por un lago helado.
Tal vez pudimos hacer más cosas, pero al final, la compañía, que es lo que cuenta, siempre fue de lo mejor, por lo que yo disfrute enormemente con su visita.
Y ahora, para finalizar, unas fotitos:
Y de regalo, una para aquellos que todavía creen en el amor:
En principio iban a ser dos los intrépidos, pero por desgracia, Germán cayó; una historia en el trabajo no le dejó venir. Pese a todo, Marta decidió seguir adelante y se presentó aquí cuando la nieve estaba en unos de sus puntos álgidos, pero ni con eso se amedrentó, después de todo "winter is comming".
El invierno aquí es especial, pocas horas de luz, temperaturas muy bajas (creo recordar que en esa semana estuvimos a -18º), pero pese a todo, o puede que por ello... deja imágenes imborrables en la retina de aquellos que se atreven a contemplarlas:
Creo que Marta disfrutó en su visita, al menos hice lo que estuvo en mi mano para que así fuese (le hice magdalenas, ¿qué más se puede pedir?). Tuvimos oportunidad de recorrer la ciudad, sentir sus calles y su suelo (ambos probamos el tacto del hielo en nuestras carnes en sendos resbalones), disfrutar de un chocolate caliente en un gran ambiente, y sobre todo de cocinar, ya que junto a ella preparé algunas de las recetas que ya se han presentado en este blog. Además, tuvimos una oportunidad que no se da muchas veces en la vida, caminar por un lago helado.
Tal vez pudimos hacer más cosas, pero al final, la compañía, que es lo que cuenta, siempre fue de lo mejor, por lo que yo disfrute enormemente con su visita.
Y ahora, para finalizar, unas fotitos:
Y de regalo, una para aquellos que todavía creen en el amor: